En un post anterior me preguntaba por qué detuvieron al encargado de la limpieza de un barco que se había hundido. La primera vez que leí la noticia, pensé si no sería una mala traducción, donde se referirían a alguien relacionado con la Sociedad de Clasificación (el control y emisión de certificados habilitando al barco para navegar podría asimilarse, siendo generosos, con el «mantenimiento»). En ese caso, sin embargo, las informaciones en inglés hablaban del housekeeper y del cabin manager (es decir, a trazo grueso, el encargado del personal de limpieza); y las fuentes originales eran griegas, por lo desistí de consultarlas. Sigo preguntándome por su responsabilidad en un naufragio…

Pero al hilo de esta idea, se me ocurrió hablar sobre las (malas) traducciones. Demasiado a menudo me he encontrado malas traducciones, realizadas obviamente por gente que no tiene ni idea de dónde está la proa del barco. No solo en traducciones de especificaciones o catálogos o artículos periodísticos (a veces incluso en las realizadas por empresas de traducción con un cierto renombre). Recuerdo algunas especialmente sangrantes, como escuchar «hay agua en el pantoque» (en inglés, bilge significa tanto «pantoque» como «sentina»), nada más y nada menos que en la excelente película “Master and Commander”); o leer que el calado de un superpetrolero es de 70 metros, cuando en realidad son 70 pies (unos 21m), en el libro “Remolcando a Jehova”. Aunque este es más bien un error de concepto.

Una pésima traducción, importante y ampliamente extendida, es la de confundir a billion (que del inglés se traduce al español como «un millardo», esto es, 1.000 millones), traduciéndolo por «un billón». El típico falso amigo. Es fácil caer en la confusión, pero lo que denota el error es que quien lo comete no tiene ni pajolera idea de lo que está hablando. ¿Se imaginan leer «a partir de mañana el periódico pasará a costar 1.500 Euros», cuando en realidad subirá a 1,50 EUR? Pues es lo mismo que decir que la facturación anual de una compañía son 3,1 billones (cuando el PIB de Alemania es de 3,4 billones, y el de España 1,3 billones). Esto lo he oído y leído tantas veces en la prensa generalista…

Igualmente, uno lee y escucha con especial atención las noticias que hablan de temas que conoce, en este caso los barcos. Y no falla, algún gazapo se encuentra, cuando no directamente auténticos disparates. Lo cual me lleva a pensar si no se cometerán fallos análogos en artículos sobre temas de los que no entiendo, como la macroeconomía, la medicina, o el cultivo de los cereales de secano. Como sospecho que sí, el resultado es que he dejado de ver las noticias y de leer el periódico. Cuando un tema me interesa, intento buscar fuentes originales.

Y para cerrar el círculo, me voy a la Wikipedia. En el artículo sobre el Sea Diamond se dice que «el encargado de limpieza y mantenimiento del barco» fue arrestado. Y el que lo escribió se quedó tan ancho; sin preguntarse el cómo ni el por qué (aquí toca recordar que Wikipedia pretende ser una enciclopedia, no una página de curiosidades). Pero Wikipedia hace muuuucho tiempo que dejó de decepcionarme. Hay tantos artículos con errores garrafales de concepto, que me cuesta fiarme de nada de lo que leo allí. La mayor (casi única) utilidad que le encuentro son sus páginas de discusión (donde muchos editores afirman sin rubor «no soy un experto, ¿alguien que sepa puede revisar lo que he escrito?»), en las que uno puede intuir de qué párrafos hay que desconfiar, o como mínimo encontrar pistas para buscar información de verdad en otros lugares.

(Imagen de portada: diccionarios, por el autor.)

(NOTA: Este artículo fue publicado originalmente en mi antiguo blog Esqueria en octubre de 2013. Paulatinamente iré trasladando, del blog a esta web, los artículos más interesantes.)


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